A día de hoy, la arqueología es de las ciencias que se encuentran más expuestas al público mediante varios medios, desde artículos científicos hasta en el cine; sin embargo sigue siendo objeto de falsas ideas por parte de la población ya que la imagen general que se tiene del arqueólogo es la de una persona vinculada exclusivamente al pasado, atado a proyectos urbanísticos que afecten al entorno arqueológico, figura vinculada a la fantasía y a la ciencia ficción, y por lo general una figura vista con poca profesionalidad. Por lo tanto, la idea que se tiene sobre la figura del arqueólogo es de un gran desconocimiento.
Desde el creciente interés por el pasado surgido en el siglo XIX junto a la idea de nacionalismos hasta mediados del siglo XX, la arqueología se encontraba en un estado más privado y del cual solo los arqueólogos tenían conocimientos, e informaban a un grupo medianamente erudito. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, un contexto especialmente marcado por el fin de las guerras, la arqueología se caracteriza por la presencia de nuevas corrientes como el postprocesualismo y sobretodo porque se abre a un público mucho mayor, además de salir en un mayor número de publicaciones, televisión...
Ya entrando en las décadas de 1980 y 1990, la gente lo sigue viendo como algo distante, en parte por su escasa repercusión en lo público, aunque en estos años se iría cristalizando hasta ser lo que hoy en día conocemos; por lo que ahora podemos definir la arqueología pública como la práctica arqueológica que centra su atención en la comunicación, difusión y divulgación.
Por otra parte, cabe tener en cuenta su contexto, pues en Mallorca con el boom turístico de la década de 1960 convertiría los yacimientos en un patrimonio identitario que potenciaría el ocio y sería una alternativa al sol y playa.
Por otra parte, en el caso de España en general, habría cambios institucionales en 1955 que fusionarían la arqueología y las investigaciones que quedarían a cuenta del estado; sin embargo, urante la transición a la democracia, el gobierno ya se vería completamente integrado en cuanto a su regulación tanto legal, como cultural y económica.
En conclusión, ahora el ayuntamiento se encarga de los catálogos patrimoniales, promocionan nuevas intervenciones y encargarse económicamente. El mundo profesional, por su parte, se encargaría de la socialización, crear nuevas formas de dar a conocer la importancia de la arqueología a modo de acción preventiva y generar un producto cultural.
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